Es la hora de estudiar. Diana está atenta a las lecciones de su profesora. Ayer la “miss Pamela” dejó tarea y con ansias, la pequeña espera a que le revisen su trabajo. Y se le percibe ansiosa pues, no deja de mover sus manos. Coge su lápiz y lo presiona contra su mano, o lo frota en la mesa. Mueve sus pies, como esperando algo.
Tiene sólo siete años de edad. Su sonrisa es tímida y no habla demasiado, sólo contesta lo preciso cuando algo se le pregunta. Su cabello es negro y generalmente se hace una cola de caballo. Su profesora dice que Diana es muy estudiosa y hace sus tareas sin problemas, sólo que algunas veces se distrae con facilidad por observar a sus otros amiguitos en el salón, pero eso no representa una dificultad pues ella está para enseñarles con paciencia.
Entonces le toca el turno a nuestra protagonista. Hoy no tuvo tantos errores en su tarea pero igual la profesora Pamela le hace unas anotaciones en su cuaderno. Luego pasa a explicarle con delicadeza la tarea que se viene a continuación. Es un dictado y están practicando la pronunciación de palabras con la letra “t”. Suena un poco fácil pero es algo nuevo para Diana, así que cruza sus brazos y se concentra en la explicación.

Entonces llega la hora del recreo y Diana empieza a guardar sus cuadernos velozmente, parece ser que es lo que más le gusta en el día. Se despide con una sonrisa risueña, aquella que caracteriza a todos aquellos que tienen Síndrome de Dawn. Se reúne con sus amigas y empiezan a decidir qué van a jugar el día de hoy. Por fin van a divertirse.
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